Roma (Italia). El 11 de febrero de 2022, con una Carta dirigida a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Dicasterio al que está confiada la organización del Año Santo, el Papa Francisco anuncia el Jubileo 2025.

En la Carta, el Papa recuerda el significado del Jubileo, evento de gran relevancia espiritual, eclesial, social”, vivido por los fieles como “especial don de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios”.

El primer Año Santo fue instituido en el 1.300 por el Papa Bonifacio VIII, con celebración primero secular, después cada cincuenta años y finalmente cada veinticinco años. En el año jubilar, tiempo de invitación a la conversión, el pueblo de Dios es llamado a realizar una peregrinación, a atravesar la Puerta Santa y a venerar las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo custodiadas en las Basílicas romanas, gestos de testimonio y de renovación en la fe: “Millones y millones de peregrinos, a lo largo de los siglos, han llegado a estos lugares santos dando testimonio vivo de la fe de siempre”.

El más reciente evento jubilar es el Gran Jubileo del año 2000, abierto por San Juan Pablo II, con el que se celebraron los dos mil años del nacimiento de Jesucristo y el ingreso de la Iglesia en el 3er milenio de su historia. El Papa Francisco recuerda también la etapa significativa del Jubileo extraordinario de la Misericordia – del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016 – querido por él “para descubrir toda la fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre”, y “ser a nuestra vez testigos de este amor”.

“Ahora” – dice el Papa – “la meta de los primeros veinticinco años del siglo XXI está ya cerca, y estamos llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo cristiano vivir el Año Santo en toda su significación pastoral”.

Peregrinos de esperanza es el lema escogido por Francisco, en un contexto en que “no ha habido un País que no haya sido desencajado por la improvisada epidemia” que ha “hecho tocar a fondo el drama de la muerte en soledad, la incertidumbre y la provisionalidad de la existencia”. De aquí la necesidad de “tener encendida la antorcha de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer de todo para que cada uno reconquiste la fuerza y la certeza de mirar al futuro con ánimo abierto, corazón confiado y mente previsora” y las expectativas del Santo Padre:

“El próximo Jubileo podrá favorecer mucho la recomposición de un clima de esperanza y de confianza, como signo de un renovado renacimiento del que todos sentimos la urgencia”.

Otro aspecto recordado es el del cuidado de la casa común, con el auspicio de que no falte esta intención en el vivir el año jubilar: “Sintiendo que todos somos peregrinos en la tierra donde el Señor nos ha colocado para cultivarla y custodiarla (cf. Gn 2, 15), no descuidemos, en el camino, contemplar la belleza de la creación y cuidar nuestra casa común”.

A Mons. Fisichella y al Dicasterio que promueve la Nueva Evangelización, confía la tarea de “encontrar las formas adecuadas para que el Año Santo pueda ser preparado y celebrado con fe intensa, esperanza viva y caridad activa”, de modo que el camino hacia el Jubileo refuerce y exprese “el camino común que la Iglesia está llamada a realizar para ser siempre más y siempre mejor signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad”.

En este tiempo de preparación, esperando la Bula de Indicación que contendrá las indicaciones necesarias para celebrar el Jubileo de 2025, el Santo Padre imagina -y se alegra de pensarlo- un año de vigilia, el 2024,  como “una gran ‘sinfonía’ de oración”:

“Ante todo para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, escucharlo y adorarlo”. Plegaria “para agradecer a Dios por tantos dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación”, “que se traduce en la solidaridad y en el compartir el pan cotidiano”. Plegaria “como vía maestra hacia la santidad, que conduce a vivir la contemplación también en medio de la acción”.

El Papa Francisco auspicia “un intenso año de plegaria, en que los corazones se abran a recibir la abundancia de la gracia”, en que hacer del Padre nuestro, un programa de vida como discípulos.

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