Roma (Italia). El 20 de abril de 2024, en Roma, en la Basílica Papal de “Santa Maria Maggiore”, el Cardenal Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de la Congregación Salesiana y Arzobispo Titular electo de Ursona, y Mons. Giordano Piccinotti, SDB, Arzobispo Titular electo de Gradisca y Presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), recibieron la ordenación episcopal de manos del Cardenal Emil Paul Tscherrig,  Nuncio Apostólico Emérito en Italia y la República de San Marino, junto con dos co-consagrantes, el Cardenal Cristóbal López Romero, SDB, Arzobispo de Rabat, Marruecos, y Mons. Lucas Van Looy, SDB, Obispo Emérito de Gante, Bélgica.

La solemne celebración, vivida en un espíritu de fiesta y gran participación en la oración, contó con la presencia de numerosos con-celebrantes, prelados de la Iglesia, salesianos y otros sacerdotes, familiares de los recién consagrados, miembros de la Familia Salesiana, entre ellos la Vicaria del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, sor María del Rosario García Ribas y algunas Consejeras Generales en sede, autoridades e invitados especiales de los gobiernos y de las fuerzas armadas, amigos y benefactores. Ordenación en directo

“Estamos reunidos para celebrar uno de los milagros de la Iglesia, que es la sucesión apostólica”. Este fue el incipit del cardenal Tscherrig que, en su homilía, subrayando la gracia y la grandeza del don de la ordenación episcopal, en una “sucesión ininterrumpida” que continúa hasta nuestros días, retomó los rasgos del Buen Pastor, del Evangelio de Juan (Jn 10, 11-18).

“Hermanos y hermanas, la única fuerza que puede transformar las cosas y las personas, enseña Jesús en el Evangelio de hoy dedicado al Buen Pastor, es el amor. (…) No es un sentimiento que pretenda hacer amigos a todos, sino ese amor que se revela en el grano de trigo”. Y también: “El Buen Pastor no se queda quieto en su casa hasta que aparece la oveja perdida, sino que se pone en camino hasta encontrarla. Y cuando la encontró, se llenó de alegría, no porque tuviera éxito, sino porque se salvó un alma”. Por lo tanto, “quien acepta ser pastor del rebaño de Cristo debe aprender a ver a las personas y a las cosas con los ojos de Dios, a pensar y amar como Él”.

No faltaron las referencias a Don Bosco: “Como pastor de su rebaño, el Obispo es también un Padre que acompaña, un guía que consuela, para que las hijas y los hijos de Dios lleguen a la tierra de los vivos y de la vida eterna. Esta misión de padre implica también el arte de gobernar y corregir, del que vuestro fundador fue un gran maestro”.

El nuncio apostólico emérito concluyó su homilía invitando a los candidatos a escuchar y encomendarse totalmente al Espíritu Santo, “que os hará instrumentos de santificación y apóstoles de la misericordia, del perdón y de la reconciliación, y os abrirá el corazón de las personas. (…) Es este Espíritu Santo el que queremos invocar de nuevo, para que, por intercesión de la Santísima Virgen María, de San Juan Bosco y de todos los santos, os conceda la gracia de ser siempre pastores según el corazón de Jesús”.

El rito de la ordenación continuó con los compromisos de los elegidos de mantener la fe y ejercer el ministerio, la invocación al Espíritu Santo y mientras estaban postrados la intercesión solemne de las letanías de todos los santos. Conmovedores y acompañados por el silencio absoluto y la oración de la asamblea, fueron los gestos de la imposición de manos sobre la cabeza de cada uno por parte de los Obispos, la imposición del Libro de los Evangelios con la oración de ordenación, la unción con el sagrado crisma, la entrega de los Evangelios, mitras, anillos y báculos. La entronización y el abrazo de paz, con el que fueron agregados al Colegio de Obispos, fueron seguidos por los aplausos de los presentes.

Al final de la celebración,  el cardenal Ángel Fernández Artime, en nombre de ambos, tomó la palabra para elevar “con gran sencillez y familiaridad” el gracias a Dios, a sus familias, a la Familia Salesiana y a la Congregación, a todos los que participaron en la alegría de este momento. Por último, pidió que los acompañaran con la oración en el ejercicio de este ministerio de servicio, para seguir estando cerca de los más pobres y atentos a los jóvenes.

“Ayer el corazón de María, hoy el corazón de Jesús: encomendemos a los corazones de Jesús y de María nuestro camino y servicio a la Iglesia”, son las palabras con las que Mons. Giordano Piccinotti comenzó su homilía al día siguiente, 21 de abril, en la primera Santa Misa como Arzobispos, en el clima familiar de la Basílica del Sagrado Corazón.  construido por Don Bosco. Mons. Piccinotti recordó las sensaciones del día anterior: “una celebración muy sentida, experimentamos la presencia real del Espíritu, que se cierne sobre nosotros”.

La comprensible agitación del momento -dijo- se calmó “salesianamente” al mencionar en las letanías, los nombres de los santos Juan Bosco, Domingo Savio, María Domenica Mazzarello: “Postrado en el suelo, el ritmo del corazón se convirtió cada vez más en el ritmo de la tierra, en el ritmo del corazón de Dios. Para mí, ser buenos pastores, hermosos pastores es esto: asegurar que el ritmo de nuestros corazones se alinee con el ritmo del corazón de Dios, amar como Él ama, sufrir como Él sufre, perdonar como Él perdona. La humanidad necesita pastores, no mercenarios. El pastor no es sino que la preocupación continua del Señor por estar cerca de su rebaño. “El Señor es mi Pastor, nada me falta” (Sal 22)”.

Luego expresó la convicción de que “el pastor es tal porque hay ovejas, no basta ser llamados (…). Don Bosco era un pastor de los jóvenes, porque los jóvenes necesitaban un pastor que los guiara”. En cuanto a los jóvenes, citó las palabras de un misionero mártir salesiano español, don Antonio César Fernández Fernández, que dio su vida en Burkina Faso en 2019: “Son los jóvenes del mundo los que me han enseñado a ser salesiano y a ser la persona que soy”. Mons. Giordano los tradujo así: “Son las ovejas que el Señor me ha confiado, que me han dado tantas alegrías y también preocupaciones. Han exigido enormes sacrificios, por ellos incluso he caído enfermo, por ellos he sufrido y me he alegrado, pero ellos son los que me han hecho lo que soy”.

La celebración concluyó con un homenaje floral a María Auxiliadora y una oración del arzobispo Piccinotti de encomienda pronunciada, por ambos, seguida del canto de la oración compuesta por Don Bosco, “Oh María, Virgen Poderosa”.

Los dos días, además de ser un don de Gracia para toda la Familia Salesiana, hicieron sentir a los dos nuevos obispos la alegría del encuentro, el afecto sincero y el acompañamiento en su nuevo y gran ministerio por parte de quienes pudieron estar presentes personalmente, pero también siguieron este gran acontecimiento de la Iglesia y de la familia desde casa y desde sus propias comunidades. Primera Missa en Vivo

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