Roma (Italia). El 2 de febrero de 2021, Fiesta de la Presentación del Señor, se celebra la 25º Jornada de la Vida Consagrada. Instituida por San Juan Pablo II en el 1997, la Jornada es ocasión para celebrar y dar gracias por el don de la vida consagrada, renovando los propósitos y los sentimientos que han inspirado la donación al Señor, y para valorizar el testimonio de los que han escogido seguir a Cristo más de cerca, mediante la práctica de los consejos evangélicos.

Con una Carta, el Cardenal João Braz de Aviz y el Arzobispo José Rodríguez Carballo – Prefecto y Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica – desean expresar a todos los consagrados y las consagradas la cercanía del Dicasterio y aligerar el distanciamiento físico impuesto por la pandemia:

“No podemos pronunciar todos vuestros nombres, pero para cada uno y una de vosotros pedimos la bendición del Señor a fin de que seáis capaces de pasar del “yo” al “nosotros”, conscientes de encontrarnos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos (Papa Francisco, Momento extraordinario de plegaria, viernes 27 de marzo de 2020).”

El hilo rojo de la Carta es la Encíclica Fratelli tutti, un “don precioso” para poner en el centro de la vida de la formación y misión de consagrados/as,  para responder a la llamada de la fraternidad y “reencontrar en ella las raíces de la profecía”.

Consagrados y consagradas son llamados, en la variedad de los carismas, de los Institutos y de las Sociedades de Vida Apostólica, a ser artífices de fraternidad universal, “hermanos y hermanas de todos, independientemente de la fe, de las culturas y de las tradiciones de cada uno, porque el futuro no es “monocromático” (FT n. 100) y el mundo es como un poliedro que deja transparentar su belleza, precisamente a través de sus diversas caras.”

Para ser testimonios de una fraternidad auténtica y de una vida consagrada generativa, es indispensable “abrir procesos para acompañar, transformar y generar; elaborar proyectos para promover la cultura del encuentro y del diálogo entre pueblos y generaciones diversas; a partir de la propia comunidad vocacional para llegar después a cada ángulo de la tierra y cada criatura”.

Ser todos hermanos es un sueño entregado a las manos, a la pasión, a la perseverancia de todos los consagrados y las consagradas, llamados a ser “expertos de comunión”. Y en esta Jornada no puedo más que elevar un himno de alabanza y reconocimiento por el don de una “maravillosa vocación que en diversas modalidades hace resplandecer el amor de Dios por el hombre, la mujer y el universo entero”.

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