Roma (Italia). El 8 de mayo de 2022 se celebra la Jornada Mundial de Plegaria por las Vocaciones, invitación a la oración y oportunidad para profundizar el misterio y el don de la llamada y de la respuesta al seguimiento de Jesús, según la forma de amor que el Padre ha pensado para cada uno/a.

Este año la Jornada se incluye en el proceso sinodal empezado por la Iglesia, en que somos llamados a profundizar las dimensiones de la escucha, de la participación y del compartir, en un tiempo particular de crisis internacional y conflictos bélicos.

A este propósito, el Papa Francisco inicia el Mensaje para la Jornada, sobre el tema Llamados a edificar la familia humana,

diciendo: “Junto a todos los hombres y las mujeres de buena voluntad queremos contribuir a edificar la familia humana, a curar sus heridas y a proyectarla hacia un futuro mejor”.

En el contexto de una Iglesia sinodal que se pone a la escucha de Dios y del mundo, profundiza el significado de la “vocación”:

Llamados a ser todos protagonistas de la misión

El acento está en “todos”: todos, en cuanto a bautizados, son sujetos activos de evangelización (EG 120), implicados, según las diversas vocaciones, los carismas y los ministerios, en la misión evangelizadora. El Papa habla de sinergia y advierte contra  la mentalidad que separa a sacerdotes y laicos. Toda la Iglesia es comunidad evangelizadora.

Llamados a cuidar los unos de  los otros y de la creación

Dos son los destacados principales: ante todo el de la palabra “vocación”, a menudo entendida en sentido restrictivo, únicamente referida a una determinada consagración, mientras – evidencia el Papa Francisco – cada persona humana recibe con el don de la vida una llamada fundamental: “cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios, para la cual Él ha tenido un pensamiento único y especial, y esta chispa divina, que habita en el corazón de cada hombre y mujer, estamos llamados a desarrollarla durante nuestra vida, contribuyendo a hacer crecer  una humanidad animada por el amor y la aceptación mutua”.

Como consecuencia viene la respuesta a otra llamada: a cuidar los unos de los otros, haciéndonos familia, y a cuidar las heridas de lo creado para que no se destruya su belleza y se pueda vivir en armonía con ello.

Llamados a acoger la mirada de Dios       

Si “todos” son llamados, la mirada de Dios a cada uno es única. El Papa Francisco explica así “la dinámica” de cada vocación: “somos alcanzados por la mirada de Dios, que nos llama”, una mirada que transforma.  El Santo Padre utiliza la metáfora concreta del escultor, con una frase atribuida al famoso escultor Michelangelo Buonarroti: “Cada bloque de piedra tiene una estatua en su interior y es tarea del escultor descubrirla”.

Mucho más que la del artista es la mirada de Dios, que “ve” en María, en Simón, en Saulo, en Levi, experiencias inéditas y maravillosas: “ Siempre su mirada de amor nos alcanza, nos toca, nos libera y nos transforma, haciendo que nos convirtamos en personas nuevas”.

Llamados a responder a la mirada de Dios

La mirada llena de amor de Jesús se posa en cada uno, pero está en cada uno acogerla o no: “Hermanos y hermanas, dejémonos tocar por esta mirada y dejémonos llevar por Él más allá de nosotros mismos”, anima el Papa.

“Nuestra vida cambia, cuando acogemos esta mirada”. En el momento en que hay una respuesta, la llamada se transforma en un diálogo vocacional, que te hace llegar a ser cada vez más lo que eres.

Convocados para edificar un mundo fraterno

La vocación no es sólo personal: como el tejer de un mosaico, somos con-vocados a componer juntos una imagen. Es el misterio de la Iglesia, llamada a ser siempre más sinodal: “capaz de caminar unida en la armonía de la diversidad, en que todos tienen su aportación a dar y pueden participar activamente”.

“Cada vocación en la Iglesia, y en sentido amplio también en la sociedad, contribuye a un objetivo común: hacer resonar entre los hombres y las mujeres aquella armonía de los muchos y distintos dones que sólo el Espíritu Santo sabe realizar”, concluye el Papa Francisco, que invita a invocar al Espíritu Santo para que cada uno/a “pueda encontrar el propio puesto y dar lo mejor de sí en este gran diseño”.

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