Nairobi (Kenia). En Kenia,  después del levantamiento del lockdown por la pandemia de Covid-10, el Ministerio de la Salud ha proporcionado a la población las líneas guía y las medidas a adoptar para evitar el contagio y la difusión del virus. El lockdown ha tenido graves consecuencias para gran parte de la población: la pérdida del trabajo y la imposibilidad de pagar el alquiler y la adquisición de alimentos. Numerosas personas de los pueblos del interior han salido a las ciudades en busca de retomar las actividades y volver “a la normalidad”.

Una postulante FMA, de la Comunidad B. Laura Vicuña de Makuyu, cuenta: “Muchos están felices con esta ‘nueva normalidad’, aunque no sea la misma vida de antes de la Covid-19. Están contentos por la reapertura de las iglesias, aunque sea con limitaciones. Desde luego, los cristianos no cantan o bailan con la alegría de antes. Nuestro país y el mundo no serán ya los mismos después de esta pandemia. Sin embargo, aún hay motivo para esperar. Dejemos el futuro en las manos de Dios y permitamos que nuestras vidas se desenvuelvan a su ritmo en el mundo”.

Reconocer la importancia de mantener con fuerza los valores para construir junto a la gente un futuro de esperanza, es el deseo de Sor Mary Owuoth, FMA de la Comunidad Auxilium de Nairobi: “No podemos volver a la vida normal o hacer las cosas que acostumbrábamos a hacer. Es necesario un cambio de mentalidad, un modo nuevo de pensar, de hacer y actuar. No podemos estar parados. La vida continúa. Hace falta tener creatividad y dar vida a una “cultura que refuerce las raíces”. Es importante custodiar nuestros valores, para estar firmes y no dejar que el Coronavirus sea un obstáculo en las relaciones sociales y en la solidaridad recíproca”.

En la parroquia de North Horr (Marsabit), donde trabajan las FMA de la Comunidad Jesús Buen Pastor, cuando la iglesia se ha reabierto ha habido un verdadero renacer, según lo cuenta sor Eusebia Munene: “Durante el lockdown, los cristianos han continuado esperando. El párroco y el consejo pastoral han transmitido a los parroquianos las medidas sanitarias en la lengua local, el kiborana. Los jóvenes voluntarios han hecho lo posible para que se aplicasen las normas: higienización de las manos, medición de la temperatura, distanciamiento en los bancos, mascarillas, desinfección de la iglesia. En North Horr no se tiene todavía la percepción real de los efectos de la Covid-19, se piensa que el virus no puede llegar allí porque es un lugar árido y cálido. Sin embargo, cuando vas a la Iglesia las reglas son respetadas. Esperemos que con el tiempo se habituen a esta nueva normalidad”.

Sor Geraldine Reakes, de la Comunidad San José de Nairobi, piensa que este tiempo de crisis es un desafío para la Familia Salesiana: “Dejémonos sacudir profundamente por lo que está sucediendo en torno a nosotros” y reconozcámonos “como parte de una única familia y sostengámonos mutuamente”,  como se lee en el libro del Papa Francisco “La vida después de la pandemia”. Esto me ha hecho reflexionar mucho sobre la Familia Salesiana, un árbol que tiene muchas ramas con una gran variedad, unidas por el Carisma salesiano,  con muchos recursos para contribuir a hacer realidad el sueño del Papa Francisco para el futuro. Muchas familias están desorientadas  y los jóvenes y las personas no se dan cuenta de cuál es la finalidad de su vida. Como Familia Salesiana, sintamos la responsabilidad de responder concretamente a la llamada del Papa Francisco para una mayor solidaridad en la formación de buenos cristianos y honrados ciudadanos”.

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