Roma (Italia). La Madre General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, sor Chiara Cazzuola, envía un mensaje a las FMA, a las Comunidades Educativas y a la Familia Salesiana, deseando una Pascua de Esperanza y de Resurrección.

Queridas hermanas:

Deseo hacerme presente entre vosotras en la solemne celebración de la Resurrección del Señor para desearos todo lo que de bello, bueno y santo nos comunica la Pascua.

El aspecto de la naturaleza, sobre todo en algunas partes del mundo, como aquí en Roma, revela los signos de la primavera incipiente. ¡Y este precioso escenario contrasta con el clima de sufrimiento, de incertidumbre y de precariedad en el que estamos viviendo actualmente por tantos focos de guerra, por la injusticia, la opresión, la violencia, las persecuciones, la amenaza de una guerra nuclear! Pero la primavera nace del invierno.

Precisamente en este contexto, tan particular, quiero acudir al Evangelio de Lucas que leeremos en la Vigilia pascual Lc 24,1-12. El texto comienza con el caminar incierto/con los pasos inciertos de las mujeres que, con la escasa luz del alba, con amor y sin cálculos – la piedra, los guardias, la oscuridad, la muerte, – van al sepulcro para honrar el cuerpo del Señor, … pero la piedra está movida y el cuerpo no está allí. ¡Qué desconcierto! Tratan de comprender lo que ha sucedido y dos hombres con vestidos deslumbrantes les preguntan: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?”. Una pregunta directa que parece un reproche y quizás quiere preparar su corazón, al gran anuncio: « No está aquí, ha resucitado. Recordáis que os dijo…».

 

Y las mujeres creen, creen porque recuerdan y creen antes de ver. Han conservado las palabras de Jesús, porque lo aman: solo vive en nosotros lo que nos importa de verdad, permanece lo que nos es muy querido, vive para siempre lo que vale más que la vida. Leemos que la fe de las mujeres se convierte inmediatamente en anuncio y en relato para los once y para todos los demás.

Los apóstoles, sin embargo siguen siendo incrédulos y consideran el relato de las mujeres una ilusión pero ellas lo cuentan igualmente, son los testigos oculares que el amor empuja y las hace intrépidas. Como para las mujeres al alba de la Pascua, también para nosotras la memoria amorosa del Evangelio es el principio de todo encuentro verdadero con el Resucitado. Rey y Señor de nuestra existencia y de la historia.

No podemos prescincir de la carta a Octavia Bussolino en la que madre Mazzarello eleva un himno de amor a Jesús, centro de su vida: «No te desanimes nunca ante cualquier adversidad, acoge todo de las Santísimas manos de Jesús, pon en Él toda tu confianza y espera todo de Él. […] Haz que Jesús pueda decirte: hija mía, te quiero, estoy contento de tu obrar. Ánimo, cuando estés cansada y angustiada, deja todos tus afanes en el corazón de Jesús y en él encontrarás alivio y consuelo». María Domenica ayuda a la hermana joven a unificar su vida en el amor a las hermanas y a Jesús según este orden de prioridad: «Ama a todos y a todas tus hermanas, ámalas siempre en el Señor, pero tu corazón no lo dividas con nadie, que sea todo para Jesús» (Carta 65,2-3).

A pesar de las dificultades reales del momento, descubrimos que Jesús Resucitado siembra signos de esperanza en nuestra vida y remueve de nuevo la piedra de nuestra cerrazón y nuestra torpeza.

No debemos tener miedo, ¡HA RESUCITADO! Las expectativas no quedarán defraudadas, las lágrimas serán enjugadas, los miedos serán vencidos por la esperanza. Porque el Señor nos precede, va delante de nosotros. Y con Él la vida comienza de nuevo.

¡Vivamos esta Esperanza Segura! Vivámosla con amor y fe; ¡contémosla como las mujeres la mañana de Pascua! ¡Aferrémonos a este Misterio de luz, de Presencia gloriosa y Resucitada, a Jesús el Señor en comunión profunda con nuestras hermanas, nuestras comunidades que sufren a causa de la guerra, los peligros, las dificultades en las diversas partes del mundo!.

¡EL SEÑOR HA RESUCITADO!  No existe ningún anuncio que pueda dar mayor fuerza al grito de la victoria del Amor sobre el mal y el pecado.

A todas las FMA, a sus familiares, al Rector Mayor don Ángel Fernandez Artime, a los hermanos Salesianos, a los jóvenes, a las Comunidades Educativas, a las laicas y a los laicos colaboradores y amigos, también en nombre de las Consejeras que están en sede y de las que están fuera, con la oración y el afecto os deseo una Feliz Pascua, con la luz deslumbrante del Resucitado y con la alegría de María.

Roma, 15 abril 2022

Sor Chiara Cazzuola
Superiora General Instituto FMA

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