Roma (Italia). La Madre General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, Sor Yvonne Reungoat, hace llegar su Gracias por las felicitaciones recibidas de todas partes del mundo el 14 de enero de 2020.

Queridas hermanas,

El 14 de enero, día en que celebré mi cumpleaños, me enviasteis numerosos mensajes de buenos deseos vía e-mail o a través de los comentarios a la noticia del sitio web. ¡Estos mensajes interpretaban también los deseos de muchas otras hermanas que en el silencio y el ofrecimiento cotidiano se hacían “voz”, “presencia viva” en ésta que he sentido efectivamente una fiesta de familia!

Deseo que mi gracias llegue a todas partes del mundo, entre en vuestro corazón y en vuestras comunidades, llegue a los miembros de la Familia salesiana especialmente los Hermanos Salesianos, las laicas y los laicos, las jóvenes y los jóvenes que se hallan en distintas circunstancias y en las más variadas realidades. Vuestra oración y vuestro afecto  han suscitado en mi corazón profundos sentimientos de gratitud por el don de la vida que   reconozco cada vez más como una maravillosa historia de amor escrita por Dios y Él,  año tras año, ha hecho sorprendente por las grandes cosas que en Su infinita bondad, misericordia y ternura ha realizado y continúa realizando en mí. Tengo un solo deseo: responder con alegría, con esperanza, con confianza a su amor, sirviéndolo incondicionalmente en cada una de vosotras y en toda otra persona que Él mismo me haga encontrar cada día.

¡Las afectuosas y delicadas expresiones de vuestros mensajes, una vez más, me han convencido de que esta fiesta de familia es una estupenda oportunidad para manifestar y

fortalecer nuestra comunión, el sentido de pertenencia a un carisma que nos empuja a ir juntos hacia horizontes nuevos, inéditos!  Pienso que sólo juntos podemos experimentar la alegría de hacer actual la riqueza y la belleza del carisma que san Juan Bosco y santa Maria Domenica Mazzarello nos encomiendan aún hoy.

¡Es una vocación común que queremos abrazar con renovada pasión, en el espíritu del da mihi animas cetera tolle, para ofrecer la auténtica felicidad a muchas/os jóvenes: los lejanos, los marginados, los heridos por distintas formas de pobreza; los afectados por la soledad y ofendidos en su dignidad; a cuantos tienen sed de vida y sueñan en realizar su existencia en el signo del Evangelio para construir un “pedazo de historia nueva” para una “humanidad nueva!”

Desde hace muchos años me acompaña esta Palabra de Dios: “Me he hecho toda para todos” (cf 1 Cor 9,22). He acogido con inmensa gratitud el “regalo” de vuestra oración y respondo a este don compartiendo con sencillez mi camino que es personal, pero que sueño que sea una realidad para cada comunidad: comunidad que se hace toda para todos, privilegiando, como ya he subrayado, a ¡los jóvenes alma de nuestra misión! Comunidades comprometidas en irradiar siempre más la alegría de la vocación recibida, de manera que las jóvenes y los jóvenes viéndonos sientan vibrar en su corazón el deseo de conocer y encontrarse con Jesús y de abrazar aquel “sígueme” con valentía y radicalidad.

Nos estamos encaminando hacia el CG XXIV y hemos iniciado ya la primera etapa del trienio en preparación al 150º de la fundación de nuestro Instituto.

Estos eventos tienen el perfume de la novedad traída por el Espíritu Santo que hace de nuestra comunidad “matriz” generativa de vida, “casa” habitada por un amor fecundo; comunidad donde Hijas de María Auxiliadora, laicos adultos y jóvenes en todo el mundo se sienten involucrados en despertar la frescura originaria de la fecundidad vocacional del Instituto en el hoy (cf Circolare 985). Es un regalo bellísimo que queremos intercambiarnos y estoy segura que ninguna/o quiere echarse atrás de este reto ciertamente no fácil, pero posible.

Soy consciente de que este breve mensaje no agota todo cuanto habría deseado expresaros, pero recojo todos los motivos de gratitud que no se pueden expresar  en una única pequeña y preciosa palabra: ¡GRACIAS!  En la Eucaristía cotidiana, “lugar” privilegiado donde nuestras comunidades se fundan y se renuevan (cf C 40), repetiré mi “gracias” y pido a María Auxiliadora que en nuestro corazón haga arder siempre el “fuego misionero” de los orígenes.

En este momento especialmente delicado para el mundo entero, os invito a pedir al Espíritu Santo el don de la paz, para que cesen las muchas formas de violencia, de guerra, de injusticia, de poder abrumador, y vuelva a florecer la confianza en la vida y en un futuro mejor.

Os deseo que celebréis con gozo y participación, como Familia salesiana, las fiestas del mes de enero: la beata Laura Vicuña, san Francisco de Sales y san Juan Bosco. Que María sea para todas/os una presencia que nos acompañe en el viaje común hacia la meta de la santidad.

¡Dios os bendiga y haga de nuestra vida un himno de alabanza!

Suor Yvonne Reungoat fma

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