Roma (Italia). El 6 de abril de 2022 se celebra la Jornada Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, instituida por la Asamblea de las Naciones Unidas en el 2013, creando un vínculo con los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, llevados a cabo en Atenas (Grecia) el 6 de abril de 1896. La finalidad de la jornada es reconocer y promover el deporte, no sólo como elemento relevante para el bienestar físico, sino sobre todo como factor de cohesión social, de paz, tolerancia y comprensión recíproca, capaz de derribar las barreras religiosas, culturales, sociales y geográficas.

Asegurar un futuro sostenible y pacífico para todos: la contribución del deporte” es el tema de la Jornada 2022, que quiere reforzar el compromiso del mundo deportivo para afrontar las crisis planetarias.

Hoy, en efecto, el mundo afronta retos destinados a perdurar y a tener un gran impacto en la sociedad: cambios climáticos, pandemia de la Covid-19, conflictos bélicos, que generan degradación, pobreza y hambre.

Con miles de espectadores, promotores y participantes a todos los niveles, el deporte puede tener un papel importante en difundir la conciencia a nivel global y por tanto una gran influencia en el progreso de los derechos humanos y en el desarrollo social y económico.

Confirma esto el evidente impacto medial de gestos de solidaridad de diversos atletas de Naciones enfrentadas entre ellas, que en el tiempo actual de los conflictos entre Rusia y Ucrania, y en todos los tiempos, han dado testimonio de fraternidad y de solidaridad, atestiguando que el deporte es capaz de derribar toda barrera política y social.

A los hombres y a las mujeres del deporte el Papa Francisco, en la Audiencia general del 6 de abril de 2022, ha dirigido una llamada para que sean testimonios activos de fraternidad y de paz:

“El deporte, con sus valores, puede desempeñar un papel importante en el mundo, abriendo caminos de concordia entre los pueblos, siempre y cuando nunca pierda su capacidad de gratuidad: el deporte por el deporte, y no se convierta en comercial. El amateurismo es propio del verdadero deporte”.

En este momento particular y difícil, emergen con más fuerza los poderes terapéuticos y el valor educativo del deporte, que ayuda a los atletas procedentes de Países en conflicto a recuperar el afán de vivir y la esperanza, gracias a sociedades deportivas y profesionales que los acogen y dan alas a proyectos deportivos de promoción e integración. Son historias de las que se hacen eco los periódicos y las redes, y muchas veces dejan gestos de “constructores de paz” silenciosos (cfr Ucraina, le braccia aperte dello Sport Italiano en Juvenilia, revista de los Centros Deportivos Juveniles Salesianos).

En su intervención en la Conferencia Nacional de los Centros Deportivos Juveniles Salesianos (PGS), Madre Chiara Cazzuola, Superiora general del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, destacaba el papel importante de educadores y entrenadores en la educación a la paz y a una correcta competitividad: “Vivimos en un tiempo en que la agresividad y la opresión parecen haberse convertido en fenómenos normales. ¡Qué importante es, en nuestra acción educativa, fomentar una experiencia positiva de la persona en sí misma junto a la de los propios límites! (…) El cambio más bello y maduro es ir desde el protagonismo individual, en el que prevalece la búsqueda del éxito personal aplastando o reduciendo la personalidad del otro, al juego en equipo en el que buscamos la victoria de todos y nos perdemos, en el campo, por el éxito de todos, sintiendo no un “yo” solitario sino un “nosotros”. Un modelo en el que se anulan las categorías actuales que ofrecen fácil éxito a costa del bien del otro y de la comunidad”.

Por lo tanto, es más necesario que nunca tratar de superar las diferencias y unirse como un equipo único y unido, que coopera para afrentar los obstáculos y juega juntos para crear un futuro más seguro, más pacífico y sostenible para todos.

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