Roma (Italia). Entre el millón y medio de peregrinos estimados en la Jornada Mundial de la Juventud 2023 en Lisboa, Portugal, muchas eran las Hijas de María Auxiliadora presentes con grupos de jóvenes, con las Diócesis o con Asociaciones.

Sor Fernande Chimène Matsimouna, FMA de la Inspectoría Notre-Dame des Nations (FRB), originaria del Congo y misionera en Túnez desde 2017, cuenta su experiencia con la delegación del Movimiento Juvenil Francia-Bélgica-Túnez.

Partiendo el 24 de julio, los tres grupos – un total de 125 participantes, ocho FMA y cuatro SDB y 113 jóvenes de los MSJ – se reunieron en San Sebastián, España, y juntos llegaron a Oporto, Portugal, donde pasaron una semana. De allí partieron el 1 de agosto hacia Lisboa.

“Cuando la Inspectora, Sor Marie-Agnès Chetcuti, me dio la oportunidad estaba muy feliz y emocionada de participar en tal evento mundial. Esperaba con ansias el gran día. Esperaba poder participar con algunos jóvenes tunecinos, pero no fue posible. Así que fui la única que representó a mi país y espero que en la próxima JMJ haya más. ¡Es mi sueño!”, explica Sor Chimène.

“Después de la experiencia vivida, hoy doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha brindado y agradezco a la Inspectoría y a mi Comunidad. ¡Es una experiencia excepcional, única y una bendición! Hay que vivirla para comprender la fuerza y la alegría que aporta.

Ponerse en camino con los jóvenes del Movimiento Juvenil Salesiano fue la mejor opción para vivir este evento. El viaje en autobús fue alegre y lleno de canciones; la parada en San Sebastián fue una oportunidad para conocer a algunos jóvenes. Los momentos de fraternidad, los juegos, los bailes y los cantos fueron momentos llenos de intercambio, de profundización de conocimientos con los jóvenes de Bélgica, Isla de Francia, la Región de Lyon y Marsella. ¡Gracias al equipo organizativo, que no escatimó esfuerzos para hacer posible y eficaz este itinerario!

La primera semana en Oporto fue la semana previa a la JMJ. Cada mañana elegimos las actividades a seguir durante el día. Hubo conferencias, debates, veladas culturales, musicales, conciertos, espectáculos y otras actividades diversas. Se han creado amistades con los jóvenes de la Diócesis, con algunos peregrinos y con las familias que nos han acogido.

Las diferencias culturales y lingüísticas no nos han impedido vivir una fraternidad muy concreta. El programa estuvo marcado también por momentos de oración, vía crucis, testimonios y compartir en fraternidad, que nos permitieron prepararnos bien para la próxima semana con el Papa en Lisboa.

La segunda semana en Lisboa fue más desafiante. Tuvimos que caminar mucho y hacía calor. Hubo muchos movimientos, muchas esperas e incluso algún imprevisto. Pero también fue una semana de inmensa alegría. Cantamos en el autobús, en el metro, en el tren y nos encontramos con peregrinos por todas partes.

¡Cuántas reuniones apasionantes! ¡Cuántas palabras conmovedoras! ¡Qué atmósfera! El hecho de que todos se reunieran en el mismo lugar de encuentro, orgullosos de expresar su fe, suscitó manifestaciones de alegría, bondad, generosidad y solidaridad. Estábamos cansados, pero teníamos el deseo, impulsados por el Espíritu, de levantarnos y la alegría de caminar juntos, dejando de lado falsos prejuicios. A pesar de las noches cortas y las molestias, tuvimos energía para todo el día. ¡Fue increíble! Y luego, para algunos de nosotros, fue una formación en la vida grupal: aprendimos a relativizar. ¡Qué experiencia de fe!

Aunque no todos los jóvenes que participan en estas jornadas frecuenten la Iglesia, aunque no todos tienen una fe sólida, creo que han vivido esta experiencia de dos semanas como un camino de conversión o fortalecimiento de su fe. A través de los encuentros y momentos importantes propuestos, de los eventos organizados, tuvieron la oportunidad de vivir su fe de manera concreta, lejos de críticas y juicios. Recuerdo la exclamación de un joven: ‘¡Vaya, aquí puedo vivir mi fe sin vergüenza!’. O los dos policías que tenemos delante, arrodillados con gran fervor en el momento de adoración durante la vigilia con el Papa.

Ha habido semanas en las que he experimentado personalmente la universalidad de la Iglesia católica en torno al Papa, el sucesor de San Pedro. Recuerdo esta gran multitud en el camino como un gran signo de esperanza. El Vía Crucis, los momentos de adoración y catequesis, la vigilia, Misas con el Papa, los momentos vividos con la Familia Salesiana en torno a Madre Chiara Cazzuola y Ángel Fernández Artime, Rector Mayor, me ayudaron a fortalecer mi fe y a sentirme aún más feliz con mi vocación de FMA.

¡Sigo rezando para que esta JMJ no sea un paréntesis en la vida de todos estos jóvenes, sino que dé muchos frutos duraderos! Espero también que las tres palabras/consejos pronunciados por el Papa Francisco en la Misa de clausura del domingo 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración, resuenen en el corazón de los participantes: Brilla, escucha, no temas”.

Fuente: Don Bosco Aujourd’hui

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