Bruselas (Bélgica). El 25 de mayo de 2021, en la Comunidad María Auxiliadora de Bruselas (Bélgica), en la Inspectoría Francia-Bélgica Sur Nuestra Señora de las Naciones (FRB), el Señor de la Vida introdujo en la Pascua eterna a sor Anne-Marie Deumer, Hija de María Auxiliadora, Consejera general durante 15 años.
Nacida en Havay (Bélgica) el 22 de diciembre de 1928, Anne-Marie crece en una familia cristiana, en la que los padres le transmiten los valores humanos con verdadero y gran afecto. A sus 10 años, las FMA llegan a Havay donde abren la escuela y, después, el oratorio. Anne-Marie escribe: “Mientras estaba con nuestras hermanas, hacia los 12 años, “hablé” de vocación. Y las hermanas me acompañaron durante los años de escuela hasta los 14 años, pero también después, en el oratorio”. A los 18 años entra en el Instituto FMA y el 5 de agosto de 1949 emite los primeros votos religiosos.
Mujer joven abierta y emprendedora, obtiene el doble diploma de profesora de francés y de flamenco y enseña como maestra elemental. Del 1954 al 1.956, continúa los estudios en Italia en el Instituto Internacional de Pedagogía y Ciencias Religiosas en Turín. De vuelta a Bélgica, entra pronto en el campo de formación con las postulantes, después como asistente y maestra de las novicias. Una novicia cuenta: “Era joven, dinámica, alegre, afable y plenamente liberal (…) Estaba atenta a hacer emerger nuestros talentos y solícita para que las fiestas fuesen ricas de bonitas sorpresas. (…) Creativa y concreta, proponía muchas iniciativas para hacer experiencia de la espiritualidad mornesina”.
Como Consejera Inspectorial y Delegada de los Cooperadores Salesianos, sor Anne-Marie favorece en los Cooperadores el descubrimiento de la riqueza y de la especificidad de la vocación laical salesiana, sobre la base de los Documentos del Concilio Vaticano II. Da impulso al renacimiento de los Centros y a la creación de otros nuevos.
En 1980 es nombrada Inspectora de la Inspectoría de Bélgica Sur. En 1981, en el Capítulo general XVII, es elegida Consejera Visitadora, servicio que desempeña hasta 1996. Esta misión la lleva a ensanchar sus horizontes, a aumentar el gozo de pertenecer a la Familia Salesiana y a conocer las diversas expresiones del carisma salesiano difundido en todo el mundo. Concluido el mandato de Consejera general, en los diversos encargos que desempeña a su regreso a Bélgica, continúa interesándose por los desafíos de la sociedad y del mundo, en particular con respecto a los jóvenes, que acoge siempre con alegría.
Sor Anne-Marie tenía un profundo espíritu de oración. Uno de los frutos de su relación con Cristo, con Don Bosco y Madre Mazzarello, era la alegría contagiosa. El artículo 48 de las Constituciones del Instituto FMA era su preferido y resume bien lo que eligió vivir:
«“La verdadera piedad, nos enseña Madre Mazzarello, consiste en cumplir todos nuestros deberes a su tiempo y lugar y sólo por amor de Dios”. Buscaremos por tanto trabajar en aquel espíritu de caridad apostólica que empuja al don total de sí y hace de la acción misma un auténtico encuentro con el Señor. El compromiso del “da mihi animas”, fuente de energía siempre nueva, el silencio que se transforma en atención al Espíritu, las invocaciones breves y frecuentes harán de nuestra jornada una liturgia vivida con sencillez y alegría, como “alabanza perenne” al Padre».
Madre Yvonne Reungoat, en el Mensaje para las exequias de sor Anne-Maria Deumer, expresa agradecimiento a la hermana por haber atendido con gozo a la llamada de Jesús a seguirlo en el Instituto FMA y haber sido signo de Su amor a través de la sonrisa:
“Sor Anne-Marie deja en todas nosotras el recuerdo de una Hija de María Auxiliadora enamorada del carisma salesiano, centrada en el Señor y abierta a relaciones sencillas, auténticas y serenas hacia las personas con que se encontraba. Sabía con sabiduría y discreción hacer sentir a cada persona que era importante para ella, sin distinción alguna; sabía animar y expresar la gratitud por cuanto captaba de bello y positivo en sus visitas a las comunidades, en cada Inspectoría, en la vida de cada hermana. Siento la necesidad de darle gracias por su disponibilidad a asumir las diversas responsabilidades con la sonrisa en la cara, expresión de su vida de fe, del amor a la obediencia acogida como signo de la voluntad de Dios al cual ella había decidido darlo todo de sí con gozo y hasta el último suspiro”.