Roma (Italia). El 25 de noviembre de 2023 es la memoria litúrgica de la Venerable Margarita Occhiena, madre de Don Bosco, más conocida en el ambiente salesiano como “Mamá Margarita”.

Publicamos parte del testimonio dado por Diego Occhiena, Presidente de la Asociación de Amigos del Museo Mamá Margarita de Capriglio, el 9 de septiembre de 2023 en el contexto del III Seminario para la promoción de las Causas de Beatificación y Canonización de la Famiglia Salesiana, “En la ronda de los Santos”, titulado “Mamá Margarita y la santidad laical”:

El Rector Mayor en el Aguinaldo 2023 profundiza en el tema de la dimensión laical de la Familia Salesiana. Cito textualmente: “Es interesante constatar que, entre los 173 Santos, Beatos, Venerables, Siervos de Dios de nuestra Familia, 25 son laicos que han encarnado el carisma salesiano en la familia, en la casa salesiana, en la vida secular, en la profesión, espacio privilegiado del testimonio cristiano, y en diferentes contextos sociales, históricos y culturales… Entre ellos se encuentra también la Venerable Mamá Margarita Occhiena, presencia materna y femenina en los orígenes del carisma”.

Santidad en el propio ambiente y en la vida ordinaria

Destaca inmediatamente a los ojos el hecho de que Mamá Margarita se santificó allí donde Dios la llamó: es decir, en su ambiente campesino piamontés de mitad del siglo XVIII, en la vida ordinaria en medio del mundo. Se podría decir que su santidad ha sido la «de la puerta de al lado», es decir, la de una mujer que, aun viviendo junto a sus vecinos, era al mismo tiempo un reflejo de la presencia de Dios. Don Bosco explicará este modo de vivir con la frase “Caminad con los pies en la tierra y con el corazón habitando el cielo”.

Esta santa mujer supo santificar el trabajo con la fuerza de la oración y en las obras que se convertían en oración. La oración le daba la fuerza necesaria para cumplir la voluntad de Dios. Era el arma más poderosa que poseía para transformar el trabajo que se convertía en oración. No simplemente el trabajo, sino el trabajo santificado. Y el trabajo no le faltaba, como nos recuerda su biografía: «Toda la administración doméstica pesaba sobre mamá Margarita. Solo ella cuidaba el cultivo de la finca y para las compresiones y las ventas se llevaba a los diversos mercados. Con un valor viril no solo realizaba esos trabajos de campo, que se sueñan encomendar a las mujeres, sino que se sometía gustosamente a todos los otros trabajos más pesados y fatigosos de los hombres… Entonces Margarita cortaba la hierba, o surcaba el campo con el arado, y sembraba. Cortaba el trigo, lo cortaba, formaba las gavillas, las ponía sobre los carros, las llevaba al corral, formaba las bichas, trillaba y guardaba la cosecha en el granero».

La vida campesina es para Margarita también motivo de educación en familia: señalando a los hijos las bellezas de la creación y la fuerza de la naturaleza, estimula en ellos pensamientos de reconocimiento hacia Dios Padre, creador invisible de la tierra. Además: «Con los espectáculos de la naturaleza reavivaba también en ellos continuamente la memoria de su Creador». Utilizaba cielos estrellados, prados floridos, abundantes cosechas, auroras rosadas y puestas de sol ardientes, pero también tormentas violentas y truenos espantosos de granizo y hielo, nieve y fuego. Una pedagogía del ambiente que, respetuosa de la creación, patrimonio común de la humanidad, parece anticipar los avisos y los gritos de alarma que hoy llegan de todas partes del planeta.

Se respira un inicio de la carta encíclica Laudato si’ del Papa Francisco: «Nosotros no somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada… “Cultivar” significa arar o trabajar un terreno, “custodiar” significa proteger, cuidar, preservar, conservar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de tutelarla y garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras».

Los fieles laicos son llamados por Dios y enviados al mundo desde dentro del mundo. Afirma el Concilio Vaticano II: «Allí están llamados por Dios en el siglo, es decir, implicados en todas y cada una de las ocupaciones y asuntos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar o social, de las cuales sus existencias están como entretejidas». En consecuencia, el mundo es para los laicos lugar de llamada y de misión. Dirigiéndose a los jóvenes, el Papa Francisco les recordaba «que la vocación laical es ante todo la caridad en la familia… es un compromiso concreto a partir de la fe para la construcción de una sociedad nueva».

En la Christifidelis laici, la exhortación apostólica postsinodal firmada por San Juan Pablo II, se dice que para que los laicos puedan responder a esta vocación «deben mirar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, y también de servicio a los demás hombres, llevándolos a la comunión con Dios en Cristo».

Y es precisamente esto lo que resplandece en la vida de mamá Margarita: la maternidad y la paternidad, la familia, la educación de los hijos, el trabajo, los compromisos cotidianos, la enfermedad, ¡todo! se ha convertido para ella en ocasión y medio de unión con Dios y de servicio a los demás.

2 COMENTARIOS

  1. Qué maravilla dd reflexión!!!
    Doy gracias a, Dios por suscitar en esta mujer sencilla, llena de fe y de una sabiduría excepcional, aun dentro del analfabetismo, una gran capacidad de trascender y suscitar en la familia, especialmente a D. Bosco, su gran vocación. Como leí ayer cofundadora de la Familia
    Salesiana. Gracias.

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