Roma (Italia). El 13 de mayo de 2022 la Familia Salesiana celebra la Solemnidad de Santa Maria Domenica Mazzarello, Cofundadora del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. En el Triduo de preparación a la Fiesta, “un corazón grande y generoso”- en el 150º Aniversario de la Fundación del Instituto (1872-2022) – sor Eliane Petri ha destacado especialmente los aspectos de la generatividad y de la “presencia” materna y educativa.

La conciencia de ser “madre”, asumida gradualmente, aparece con nitidez en sus Cartas: en ellas Madre Mazzarello se presenta como” la que os ama mucho en el Señor” (C 66,6) y está “dispuesta a hacerlo todo por vuestro bien” (C 52, 5), como una madre que “cuida” (C 10, 2; 12, 3

Retomando las Actas del Capítulo XXIV, sobre la presencia que cuida, se pueden reconocer además en ella los rasgos de una mujer que, como María, expresa su identidad femenina en la solicitud activa para con sus hermanas y los jóvenes tanto en la tierra como desde el Cielo (Cfr n °4). Como María, es mujer concreta que escucha profundamente, acoge el grito de quien sufre (n°6) y proporciona (n.7). Como María, es presencia auxiliadora tanto en la vida como en la muerte (n°20).

La Secretaria General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora ofrece algunos episodios de la vida de las FMA en camino hacia la Santidad, que presentan a Maria Domenica Mazzarello como madre que cuida, escucha profundamente a los necesitados y se hace auxiliadora también desde el Cielo.

He aquí un episodio sobre la Sierva de Dios Sor Antonieta Bohm

cuando estaba en Argentina, su primer destino misionero:

“Una tarde sor Antonietta, mientras estaba cerrando la puerta de la casa, vio a una hermana parada, en el patio cubierto de medio metro de nieve, junto al tanque de agua. Inmediatamente envió a dos jóvenes a llamarla, pero se dieron cuenta de que la monja no tocaba el suelo; se arrodillaron y dijeron: “¡Oh, Madre!” La misma impresión de algo que parecía por encima de lo real, también golpeó a sor Antonieta, que estaba de pie en el compartimiento de la puerta.

La hermana que ella había mandado llamar para que entrase no era una hermana cualquiera; no era una que pudiese sufrir el frío de la noche, era (estaban convencidas las tres) su Cofundadora. Sí, propiamente ella, que en la comunidad de Junín era de casa. Las hermanas la querían y se confiaban a su protección.

En sus breves “memorias” de vida misionera argentina, la misma sor Antonietta escribe: “Yo estaba animada de la gran devoción que mis hermanas sentían por nuestra Cofundadora. Ella las ayudaba de modo tangible y esto era para ellas casi natural. Otra vez, en un momento en que las hermanas habían agotado sus escasas provisiones, no vemos a ninguna de las que deberían haberlas renovado. Pasan los días y el fantasma del hambre comienza a aparecer, incluso para las alumnas internas.

En un momento dado interesan dos personas: Madre Mazzarello y un amigo de carne y hueso que se llamaba Manuelito. Manuelito montó algunos carros con sus caballos y conductores. A la vuelta, a mitad de camino, en una comunidad llamada Catanlill, durante una parada de descanso, estos conductores se entregaron alegremente al vino, olvidando la urgencia de su misión. De repente, una monja apareció junto a ellos, acompañada por una niña. La hermana los llamó al orden y ellos quedaron tocados por la perentoriedad de sus palabras. A toda prisa sin siquiera beber el último vaso, ataron los caballos y se fueron. Luego, en Junìin, el Sr. Manuelito vio en la portería una imagen de la Madre Mazzarello. “Ésta es la monja que nos reprochó – observó – ¿Quién es ella?”. “Ella es nuestra cofundadora, pero ha estado muerta durante al menos sesenta años”. Al buen Manuelito de repente se le pusieron los cabellos blancos”. (COLLINO M, Suor Antonietta Böhm, Editrice Velar Bergamo 2013,28-29).

Otro episodio tiene como protagonista a la Venerable Sor Laura Meozzi:

“La noche del 12 de agosto de 1926, Sor Laura tuvo una fuerte crisis asmática. Invocó con fe a la Cofundadora Maria Domenica Mazzarello, porque se sentía   flaquear y no tenía voz para llamar a alguien. Luego escuchó repetidos golpes en la puerta principal de la casa, pero con pesar se dio cuenta de que nadie se había despertado. Con un candelabro que tenía en su mesita de noche, comenzó a golpear contra la pared.

Finalmente se desveló sor Maria Mazzoli. Sor Maria mientras estaba a punto de bajar las escaleras, vio una luz rojiza de la cristalería de la capilla. Gritó pidiendo ayuda, las hermanas se dieron cuenta y comenzaron a echar agua, intentando extinguir el fuego. La capilla se arruinó, el resto se salvó, incluidas las personas. La hermana Laura, tan pronto como el fuego comenzó a extinguirse, “se levantó sana y salva” y los golpes cesaron cuando la hermana Mazzoni se despertó. Pese a las indagaciones hechas, nadie consiguió saber quién había llamado insistentemente a la puerta. Todas estaban convencidas de una intervención de Madre Mazzarello” (Positio super virtutibus de Madre Laura Meozzi).

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