La reliquia della Beata Suor Maria Romero arriva a Panamá

Ciudad de Panamá (Panamá). La reliquia de la Beata Sor María Romero, importante patrocinadora de la JMJ de Panamá, llegó a la Capilla del Instituto Técnico Don Bosco. La ceremonia fue presidida por la Madre General de las FMA, Sor Yvonne Reungoat, junto a Sor Runita Borja, Consejera para la Pastoral Juvenil, y Sor Ena, Inspectora de la Inspectoría Nuestra Señora de los Ángeles, del Centro América Sur (CAR). Estuvieron presentes Don Fabio Attard, sdb, Consejero para la Pastoral Juvenil Salesiana, y numerosos jóvenes, FMA y SDB, que acogieron el relicario que permanecerá en la Capilla durante toda la JMJ 2019. Cada día, para los peregrinos, las FMA animarán un itinerario sobre la espiritualidad y santidad de la Beata.

La reliquia della Beata Suor Maria Romero arriva a Panamá

A la exposición de la Reliquia por parte de la Madre General de las FMA, siguió un momento celebrativo de memoria y plegaria de adoración. Después, las buenas noches de la Madre que mencionó algunas actitudes de la Beata invitando a todos a dejarse tocar por su testimonio de fe, caridad y amor para vivir intensamente el encuentro con Cristo.

“Jesús en persona se acercó y caminaba con ellos” (Lc 24, 15). Como los discípulos de Emaús, la beata María Romero supo reconocer la presencia viva del Señor en la Iglesia y, venciendo dificultades y miedo, fue testimonio entusiasta y valiente ante el mundo.

En la conclusión hubo un momento de intimidad profunda con la beata Sor María Romero y la Bendición para cada una.

Mientras admiramos los ejemplos de su santidad, esforcémonos en seguir sus huellas, para ser también nosotras testimonios del Evangelio.

Vida de la Beata María Romero Meneses, Hija de María Auxialiadora nacida en Granada, Nicaragua, en 1902.

Sor María Romero fue un alma volcánica, como su tierra natal, Nicaragua, la tierra de los cuarenta volcanes. Una mujer nacida en una familia acomodada y establecida (su padre fue también ministro de finanzas), que se dio enteramente a los más pobres entre los pobres, con una confianza total en la Providencia. Crecida en una familia cristiana, desde la infancia se sintió apóstol entre los coetáneos, pero fue en Costa Rica donde María descubrió, de manera decisiva y abrumadora, la verdadera condición de los pobres, y decidió dedicarse a ellos, sin reservas.

Con sensibilidad evangélica y eclesial su ansia apostólica conquistó a las jóvenes alumnas, que llegaron a ser “misionarias” (misioneritas) en los pueblos de los alrededores de la Capital, entre niños abandonados y familias desheredadas. Los mismos adultos, empresarios ricos y profesionales de renombre, fueron conquistados por su devoción mariana que obtuvo gracias estrepitosas, y así se comprometieron a colaborar activamente en las iniciativas asistenciales que sor María, bajo la acción del Espíritu, proyectaba con la audacia de la fe más auténtica en la Providencia.

Para sus pobres sor María gestionó primero visitas médicas gratuitas, gracias al trabajo voluntario de médicos especialistas, y después con la colaboración de industriales del lugar emprendió cursos de preparación profesional para muchachas y mujeres. En poco tiempo dio vida a un poliambulatorio, con varias especialidades, para asegurar asistencia médico-farmacéutica a las muchas personas y familias privadas de toda seguridad social. Junto a esto hizo instalar el equipamiento adecuado para la acogida de los pacientes, a veces familias enteras, además de salas para catequesis y alfabetización en el período de la antecámara; después la capilla, un jardín, e incluso la galería con canarios.

Para las familias sin techo, a menudo reducidas a una vida precaria bajo los puentes de la periferia, hizo construir casitas “verdaderas”, confortables y con la animación de un pequeñísimo jardín, con el objetivo de recuperar almas amargadas, devolver la dignidad a vidas embrutecidas por el abandono y abrir el corazón a horizontes de verdad, de esperanza y de nueva capacidad de inserción social. Surgieron así las ciudadelas de María Auxiliadora: una obra que aún hoy continúa gracias al interés de sus colaboradores por medio de la Asociación laica de Asayne (Asociación de Ayuda a los Necesitados).

Entre las muchas obras y una peculiar actividad suya de consejera espiritual (cada día horas y horas de comprometidos coloquios privados, las llamadas consultas) encontró espacios y momentos de una intensa vida mística, que fue la fuente del apostolado de sor María. De su iniciativa nacieron los oratorios, a docenas, la Casita de la Virgen, siempre abierta a las necesidades materiales y espirituales de los marginados, la Obra social María Auxiliadora, la “diudadela” y la Asociación Ayuda Necesitados…

La vida de sor María también se caracterizó por la oración, obediencia, prodigios (como el agua de la Virgen, ¡una ánfora con muchas medallitas de María dentro, para sus pobres que no podían ir a Lourdes!), y por un amor fuerte por Jesús Eucaristía.

Su ideal fue “amar profundamente a Jesús, “su Rey” y difundir la devoción a Él junto a la de su divina Madre. Su más íntima alegría era la posibilidad de acercar la verdad evangélica a los niños, los pobres, los que sufren y los marginados. La recompensa más codiciada por sus sacrificios era ver florecer la paz y la fe en una vida “perdida.”

Hecha “toda para todos” y olvidada de sí a fin de conquistar siempre nuevos amigos para su Jesús, se gastó a sí misma hasta el último de sus días, el primero en que se  decidió a tomarse un poco de reposo.

Sor María murió el 7 de julio de 1977.

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