Duekoué (Costa de Marfil). El 14 de enero de 2022 la Comunidad Santa Teresa, de la Inspectoría Madre de Dios (AFO) celebró el 40° aniversario de la llegada de las primeras Hijas de María Auxiliadora a Costa de Marfil, en Duekoué.

Sor Pascaline Affognon, Secretaria inspectorial, ha entrevistado a sor María Teresa Añaños, una de las dos pioneras de la primera comunidad FMA en esta parte de África occidental:

“Nuestra llegada a Costa de Marfil fue un anticipo del Proyecto África del Instituto FMA, que vería la luz en el 1983, después del Capítulo General XXII, tenido en Roma del 15 de septiembre de 1981 al 27 de febrero de 1982”

En la Crónica de la Comunidad de Duékoué se lee:

“El 14 de enero de 1982, con Juan Pablo II en la Sede Pontificia […], Madre Rosetta Marchese en el gobierno del Instituto FMA y sor María del Pilar Polo en el de la Inspectoría, se inició la Misión FMA en Duékoué, dependiente de la Inspectoría Nuestra Señora del Pilar de Barcelona, España”. Duékoué pertenece a la Diócesis de Man, la cuarta ciudad más grande de África occidental.

La fundación responde al llamamiento del Rector Mayor de la Congragación de los Salesianos de Don Bosco en el Proyecto África y al del Papa Juan Pablo II: “Es tiempo para África”. EL fin de la obra, como se expresó en el acta del Consejo General, es “evangelizar y promover a la joven en su dimensión de mujer en la Iglesia y en el mundo africano”.

En junio de 1981 la Inspectora, sor María Pilar Polo, y sor Concepción Ibáñez, con el Vicario inspectorial SDB Don Luis Oliveras, viajan a Abidjan, acogidos por el Obispo de Man, Mons. Bernard Agré, y por dos misioneros. Para las FMA son días intensos de un primer contacto con la realidad africana y con la cultura, de emociones, de descubrimientos, de celebraciones, de fiesta por parte de la gente, que acude para saludar a las hermanas.

Después de la relación sobre el viaje, el 10 de julio de 1981 el Consejo general autoriza a la fundación de la misión de Duékoué y de la primera Comunidad, compuesta por sor Asunción Bosch Bagur y sor María Teresa Añaños Colón. Con ellas iba también Roser Navarro, una joven enfermera. Duékoué no era ya un sueño, sino una realidad a descubrir día a día.

“El 10 de enero de 1982, en la capilla de la comunidad inspectorial de Barcelona,   recibimos la cruz misionera. El 13 de enero llegamos a Abidjan, en Costa de Marfil, donde los Salesianos nos estaban esperando”, cuenta sor María Teresa.

“En seguida nos dimos cuenta de que la misión no es una cuestión personal sino comunitaria, aunque cada una de nosotras tenía una responsabilidad específica. Para mí fue la escuela. El Obispo Agré se portó como un padre y siempre ha tenido confianza en nosotras. Descubrimos que la educación a los valores era una emergencia. La escuela creció muy rápidamente y en poco tiempo añadimos el albergue para chicas.

Asumí la dirección de la escuela católica con la preocupación de aplicar el Sistema Preventivo por medio de nuestra presencia efectiva y la formación regular de los maestros. Inicialmente, esto tuvo lugar en Duékoué y después en otras 8 escuelas de la Diócesis. La relación con los profesores era sencilla y gratificante, pero llegar a un cambio de mentalidad pedagógica requería tiempo y método. Poco a poco se hizo más evidente la práctica de la asistencia, la igualdad y el respeto a los niños y niñas y, en todo esto, nos unimos – FMA y SDB – para dar a la misión el color salesiano.

Todo me producía gozo, un gozo que buscaba compartir sin esperar nada a cambio. Cuando llegué, pensaba poder dar, pero era la primera en recibir. Hubo también dificultades de todo tipo: dos meses antes de nuestra llegada, se abatió allí un ciclón que causó grandes daños, pero experimentamos una solidaridad concreta. Todo nos ayudó a madurar, a abandonarnos a Él, a soñar, a inventar, con la certeza de la presencia de María siempre en la obra.

La inserción en la vida de la Diócesis fue lineal, porque estaba bien organizada, con un plan de trabajo evaluado periódicamente. Un descubrimiento sorprendente fue que el carisma salesiano estaba ya en el corazón de la gente, de los niños, en la cultura, en espera de ser despertado con los colores africanos. La acogida, el sentido de la fiesta, la sencillez, la apertura, el compartir, la solidaridad, la dimensión religiosa, el sentido de Dios, la alegría de los niños, capaces de gozar con poco, la resiliencia de la gente: todo nos ayudó a ir adelante.

Una de las dificultades era la lengua, porque en Duékoué hay muchas etnias con la propia lengua madre y no todos hablan o entienden el francés. Yo llegué a decir sólo alguna palabra, pero la gente era feliz de oírla decir. Se reían cuando nos equivocábamos, aunque el lenguaje universal del corazón superaba los fallos.

Los domingos eran muy buenos, porque íbanos con los sacerdotes y algunos catequistas a los pueblos para la animación litúrgica: la parroquia tenía más de 80 comunidades cristianas, visitadas mensualmente con la celebración eucarística o con la celebración de la Palabra y la comunión.

En enero de 1991 fue erigida la Visitaduría y sor Yvonne Reungoat fue la Superiora. En agosto de 1992, la Visitaduría fue constituida Inspectoría María Madre de Dios y el 5 de agosto de 1991 se abrió el Noviciado. En esta nueva página de nuestra historia yo tenía el compromiso de la formación con sor Angela Zampa y sor Christine Vaquié, las hermanas llegadas a Duékoué para esta nueva misión.

Todo fue una oportunidad para traer con muchas hermanas mi guijarro en esta hermosa Inspectoría con sus sombras y sus luces. ¡María camina en esta casa! Es ella quien lo ha hecho todo, quien continúa haciéndolo todo. En este jubileo de 40 años de presencia en Duékoué hay mucho que contar y agradecer a Dios que, con nuestra pequeñez, continúa haciendo maravillas”.

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