Roma (Italia). El 19 de marzo de 2023 se celebra la Solemnidad de San José, fiesta litúrgica muy sentida por las Hijas de María Auxiliadora, que lo recibieron de manos de Don Bosco como patrón del Instituto. A él solemos acudir para confiarle los viajes, las necesidades económicas de las obras, las dificultades asociadas a las relaciones con las instituciones civiles, y también la vida interior, los últimos momentos de la peregrinación terrena.

En este tiempo en que la Iglesia vive el camino del Sínodo sobre la sinodalidad, San José es modelo de autoridad y paternidad para las Comunidades comprometidas en este proceso de reflexión y transformación.

El Papa Francisco, en la Carta Apostólica “Patris Corde”, publicada con motivo del 150° aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal, citando a San Pablo VI, señala que su paternidad se expresó concretamente “en haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la Encarnación y a la misión redentora asociada a ella; en haber usado la potestad legal que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacer una donación total de sí mismo, de su vida, de su obra; en haber convertido su vocación humana al amor doméstico en ofrenda sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de todas sus capacidades, en el amor puesto al servicio del Mesías germinado en su casa».

Es por tanto ante todo un “padre amado” porque es un ejemplo silencioso y luminoso de autoridad que acoge la Vida generada por el Espíritu Santo en María y la cuida, en la lógica de la retirada gradual para dar lugar al Otro. José no renuncia a su papel ante el inesperado misterio que cae en su vida, sino que lo reinterpreta creativamente a la luz de la Fe. Él fue el primero en dejarse transformar por la Palabra que, a través del ángel, le llegó en un sueño de noche. En lo impredecible, aprovecha la oportunidad de vivir su papel de esposo y padre de una manera inédita, renunciando valientemente a los modelos habituales reconocidos como válidos por la opinión común.

El Papa Francisco vuelve a subrayar: “La felicidad de José no está en la lógica del sacrificio, sino en la entrega. Nunca percibes frustración en este hombre, solo confianza. Su silencio persistente no contempla quejas sino gestos siempre concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza amos, es decir, rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su vacío; rechaza a quienes confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, enfrentamiento con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda verdadera vocación nace de la entrega, que es la maduración del simple sacrificio. Este tipo de madurez se requiere también en el sacerdocio y en la vida consagrada. Cuando una vocación, ya sea matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez del don de sí deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces, en lugar de ser signo de la belleza y de la alegría del amor, corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración”.

Como sabemos, la palabra “autoridad” en su etimología está asociada al verbo latino “augere” que significa “hacer crecer”. Sólo ejerce la autoridad quien hace al otro más auténtico, libre, creativo. Quien no sabe retirarse, renunciando a sí mismo en sentido evangélico, ejerce el poder. Porque es propio del poder dividir, oponer, aislar. No hay poder bueno.

Las comunidades sinodales, por tanto, no son aquellas sin autoridad y gobierno, sino aquellas en las que cada uno, renunciando a toda tentación de poder, vive libre, responsable y creativamente su tarea, prestándola al estilo de la presencia y el cuidado.

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