Roma (Italia). El 3 de junio de 2022, en la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma, el Cardenal Vicario Angelo De Donatis presidió una Celebración Eucarística con ocasión del 150º de la Fundación de las Hermanas Misioneras Combonianas y de las Hijas de María Auxiliadora.

En la Celebración participaron la Superiora general del Instituto de las FMA, Madre Chiara Cazzuola, con su Consejo, Madre Yvonne Reungoat, Madre general emérita y Presidente USMI, la Inspectora de la Inspectoría S. Giovanni Bosco (IRO), sor Gabriella Garofoli, el Consejo inspectorial y las Directoras de las Comunidades de Roma, la Vice-Presidenta de la Confederación mundial de las Exalumnas de las FMA, Sra. Olivia Furlan, las Novicias de los Noviciados Internacionales Sor Teresa Valsè Pantellini de Roma y Maria Ausiliatrice de Castelgandolfo, diversas FMA de la Casa Generalicia (RCG), de las Comunidades de la Visitaduría Maria Madre della Chiesa (RMC) y de las Comunidades de Roma de la Inspectoría IRO.

Y participaron la Madre General de las Hermanas Combonianas, Sor Luigina Coccia y su Consejo, algunas Hermanas de las Comunidades de Roma y algunos miembros del Capítulo General – en curso – de los Misioneros Combonianos.

Estaban presentes también el Superior de la Visitaduría Maria Sede della Sapienza de los Salesianos de Don Bosco, don Maria Arokiam Kanaga, en representación del Rector Mayor de la Congregación Salesiana, don Ángel Fernández Artime y el Rector Magnífico de la Universidad Pontificia Salesiana (UPS), don Andrea Bozzolo, el Director de la “Oficina Migrantes” por el Lazio y la Diócesis de Roma, Mons. Pierpaolo Felicolo, el Superior General de los Padres de la Congregación del Espíritu Santo, don Alain Mayama y otros hermanos, el Superior General de los Misioneros Javerianos, don Fernando García, la Superiora General de las Misioneras de la Consolata, sor Simona Brambilla, la Superiora general de la Congregación de las hermanas de santa Ana, sor Francesca Sarcià, diversos SDB y sacerdotes.

El Card. De Donatis inició la homilía tomando las palabras del Salmo responsorial – “Bendice al Señor alma mía” (Sal 103) – como expresión de los profundos sentimientos de agradecimiento en el ánimo de los presentes en la Celebración Eucarística. Después puso a la luz el nexo de profunda estima y amistad que unía a don Giovanni Bosco y don Giovanni Comboni: “Sus carismas transmitidos a vosotros son como dos lenguas de fuego del Espíritu Santo penetradas en su corazón, encendiendo el ansia pastoral y misionera. La recíproca estima y admiración se manifestó en varias ocasiones”.

“Ahora desde el cielo los dos Santos no pueden más que gozar viendo a sus hijas espirituales compartir la alegría por el viaje recorrido tan lejos y también con ganas de seguir adelante con el mismo ardor estando unidas por la misma estima y amistad”.

Prosiguió subrayando algunos aspectos de la Palabra de Dios de la Liturgia – la gratitud, el coraje del testimonio, el dinamismo del seguimiento – y expresando a las religiosas el agradecimiento: “Mi augurio es que continuéis con vuestro compromiso, enriqueciendo a la Iglesia de Roma con vuestras energías, vuestros dones, y también dejándoos enriquecer con la vida de esta Iglesia local que tiene como Obispo el Papa”.

La Celebración fue un testimonio de comunión y de sinodalidad, de fraternidad y de fiesta.

Al final, las dos Madres Generales, después de la bendición del Cardenal, dirigieron  un saludo a la asamblea, evocando algunos momentos fundamentales de la amistad entre San Daniele Comboni y San Giovanni Bosco:

San Juan Bosco y San Daniel Comboni se reunieron más de una vez. De la correspondencia entre ellos podemos ver que entre los dos había una hermosa e íntima amistad. En noviembre del 1864 el Comboni partió de Verona para ir a Francia e hizo una primera parada en Turín, donde fue hospedado en el Oratorio de S. Francisco de Sales. Allí se encontró con don Bosco y con sus jóvenes, y se quedó hasta el 20 de diciembre. Sabemos que en aquel período el Comboni inflamó en el espíritu misionero tanto a los Salesianos como a los jóvenes  (cf MB VIII 825-826). Lo deducimos por la única carta encontrada de Comboni a Don Bosco del 3 de julio de 1870:

“Vengo a hacerle una pregunta, que requiere una respuesta lo más rápida posible. ¿Estaría ella dispuesta a reunir a dos o tres jóvenes sacerdotes de los suyos, con cuatro o cinco de sus probadísimos artesanos y catequistas, y ponerlos a mi disposición para que yo los pueda conducir en el Cairo de Egipto en mi Instituto masculino? Estos formarían parte de mi Instituto bajo mi jurisdicción, para lo cual yo lo pensaría todo  para el viaje, comida, vestido, instrucción de lenguas y todo: pero al mismo tiempo les daría una autonomía conveniente, de modo que con el tiempo, ayudados y acrecentados por otros de su Instituto de Turín, mi Instituto de el Cairo los conduciría a poder, a su tiempo, dirigir una misión especial en la Negrizia Central, para confiarse exclusivamente al Instituto D. Bosco de Turin”.

Está claro que San Daniel Comboni también quería que el carisma de D. Bosco llegara al corazón de África Central. Por tradición oral sabemos que en ese momento Don Bosco no pudo dar una respuesta positiva a la petición de Comboni, también porque aún no había obtenido de la Santa Sede la aprobación de las Constituciones. . Pero después de 150 años, si consideramos las innumerables presencias que viven el carisma salesiano para mujeres y hombres, que están hoy en África, una misión tan querida por San Daniel Comboni, estamos seguros de que Don Bosco, con la Cofundadora Santa María Domenica Mazzarello, está respondiendo generosamente a esa invitación.

Desde los inicios nuestros Institutos han vivido la comunión de los Carismas. Nuestros Fundadores nos han testimoniado que en la Iglesia o estamos en comunión, caminando en sinodalidad, o no estamos en la misión de la Iglesia. Hoy celebramos con gratitud a nuestros Santos Fundadores, grandes profetas de corazón grande y abierto al mundo, a la misión universal de la Iglesia, lejos de las pequeñas reivindicaciones protagonistas y autorreferenciales. Su carisma misionero vibra desde hace 150 años en el corazón de nuestras comunidades y continúa contagiando a muchos y muchos jóvenes, laicos y laicas, compartiendo la misión ad gentes inter gentes.

El encuentro de nuestros santos Fundadores ¿qué nos dice hoy a nosotras, Hermanas Misioneras Combonianas e Hijas de María Auxiliadora?

Ante todo nos invitan a no tener miedo de cultivar juntos grandes sueños misioneros, inspirándonos recíprocamente y apoyándonos en atrevernos a avanzar hacia tierras lejanas, impulsados por el Amor a Cristo y a los sujetos más débiles y frágiles de nuestro tiempo.

En la celebración de este gran jubileo que nos ha ofrecido una ocasión más para encontrarnos, para celebrar juntos la acción de gracias al Señor por las maravillas cumplidas en estos 150 años en nuestros Institutos, queremos fortalecer nuestra hermosa fraternidad y ponernos, juntos, a la escucha del grito de la humanidad, de los jóvenes, de los pobres, de las mujeres y de la tierra.

Podemos, juntos y en red con las otras Familias religiosas y con otras Instituciones, llevar a cabo opciones evangélicas, valientes en la óptica de la ecología integral, para soñar juntos nuevas misiones, y comenzar de nuevo, continuando la realización de aquel sueño en que nuestros santos Fundadores creyeron y que nos han transmitido.

En la antivigilia de la solemnidad de Pentecostés, invocamos juntos, con María la Virgen del cenáculo y guía materna de nuestros Institutos, el don del Espíritu Santo, para que continúe dando a la Iglesia los carismas necesarios a la santidad del pueblo de Dios y a la construcción del Reino de la paz y de la fraternidad universal.

Foto: Flickr FMA

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