Roma (Italia). La Bienaventurada suor Maria Romero Meneses – Hija de María Auxiliadora de Centro América (1902-1977)-  tenía una grandísima fe en Jesús Sacramentado y en María Santísima a la que llamaba “mi Reina”. Sentía siempre cercana su mano y su potente protección. “En todos los aspectos siempre puso a María Auxiliadora en la vanguardia; también había inventado una oración (ella estaba especializada en inventar oraciones) que decía así: “Metti la tua mano. Madre mia, mettila prima della mia“ (Pon tu mano, Madre mía, ponla antes que la mía). Nada, propiamente nada, hacía o emprendía sin el pon tu mano…” (GRASSIANO M.D., Con Maria tutta a tutti come don Bosco, Roma Instituto FMA 1986, 138).

He aquí algún episodio que documenta su fe en María:

“Algunas jóvenes misioneras entregaban también los pequeños ahorros a Sor María. Y ella, siempre feliz, aprovechaba cualquier situación para mostrar cuán grande era el Señor y cuán seria era la Providencia. Un día una chica vino a traerle sus pequeños ahorros, nueve colones. Sor María la miró con su cara sonriente y le dijo: ”¡Qué cosa tan magnífica estás haciendo!, Mira, hace poco ha venido un chico con una factura para pagar de nueve colones, ni un céntimo más ni menos. Mira pues lo buena que es María, mi Reina, a mí no me hace una gracia solamente, me hace un diluvio”.

Otra vez, también, sor María llegó alarmada al “refugio”, donde las niñas, en medio del ruido habitual, estaban haciendo paquetes para los pobres y para los niños de los oratorios. Sor María había comprado vestidos y juguetes para ellos y llegó la factura. “¡Esta vez sí que me meterán en la cárcel”, dijo con el corazón roto: “Si para mañana no pago esta gran deuda! Pero yo me agarraré al vestido de mi Reina, la Virgen, y…  Ella se verá obligada a ir a la cárcel conmigo!” ¡Y las chicas no sabían si reírse o alarmarse ante la idea de Nuestra Señora en prisión!

“Mientras tanto yo voy a rezar a la capilla, y hacedlo también vosotras”, añadió la hermana, triste pero segura de sí misma y de la Providencia. “Si alguien me busca, di que estoy allí”. Poco tiempo después  viene la hermana portera a buscar a sor María porque un señor quería hablarle. “¿Será el acreedor?”, se preguntaron las chicas, y dijeron que sor María estaba en la capilla. Después de algún tiempo llega finalmente sor María, toda alegre que desprendía felicidad por todos los poros.

Mirando a las chicas, las apostrofó con alegría: ”¡Se ve que habéis rezado bien, niñas mías! El señor que buscaba desde hace tiempo me había pedido que rezara para que pudiese vender una factura suya. Y me prometía para los pobres un tanto por ciento, una décima parte en definitiva, por la venta. Y ahora ha venido a traerme este sobre: la suma precisa que tengo que pagar”. […]

Un día se presentó en el convento una mujer llorando porque no sabía cómo alimentar a sus niños. Aquellas lágrimas traspasaron el corazón de sor María. La hermana le preparó una bolsa de galletas diciéndole que volviera el día siguiente después de las cuatro. Después corrió hacia la directora para pedirle el permiso (Sor María para todo pedía permiso a las superioras) de dar semanalmente a aquella pobre y a quien estuviese en la misma triste condición al menos una bolsa de fríjoles.

“¿Pero los fríjoles de dónde los sacará?”, le preguntó la hermana casi sonriendo por la ingenuidad de sor María. “¡Si la Virgen quiere esto, seguro que me los dará!”, respondió seca y clara sor María. Y poco después, mientras estaba en la iglesia pidiendo a la Virgen que, si quería, le hiciese llover del cielo el primer saco de fríjoles, he aquí que una hermana le tocó la espalda para decirle que la llamaban por teléfono: era una señora que quería regalarle, por una promesa hecha y por gracia recibida, un saco de fríjoles. A las cuatro del día siguiente sor María tenía dos quintales de fríjoles. Después de algunos años, las “margaritas” (Margarita era la mujer que había dado a sor María el primer impulso, la idea para sus Obras Sociales) diariamente servidas con los fríjoles de la Virgen eran cuarentaycuatro” (MARTIRANI G. Maria Romero, Ed. Paoline, Milano 2002, 28-29. 33-34).

1 COMENTARIO

  1. Lendo estes pequenos milagres de Maria a pedido de Irmã Romero, sinto até um pouco de “inveja”, pois gostaria tanto de conseguir uma graça para uma pessoa irmã-amiga que precisa tanto da visão para continuar a serviço dos irmãos. Que Irmã Maria Romero consiga de Nossa Senhora Auxiliadora, neste dia após a sua grande festa em todo o mundo esta graça tão esperada. Ontem, pedi tanto esta graça à Nossa Senhora. Que ela se realize.

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