Roma (Italia). El 8 de marzo de 2024 se cumplen 40 años del nacimiento al cielo de la Sierva de Dios Madre Rosetta Marchese (1922-1984), VII Sucesora de Santa María Domenica Mazzarello al frente del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.

Entre las características de su personalidad, destaca sin duda su pasión por la evangelización, el deseo de comunicar la buena nueva del amor incondicional de Dios en su Hijo Jesús. Desde los primeros pasos de su vida religiosa, cultivó el deseo de partir hacia las misiones.

Una de sus hermanas y primeras amigas, la hermana Olga Ferrero, cuenta que un día, “al final del año escolar 1941-1942, estaban en la oficina de la Madre Linda Lucotti para un último adiós. La madre le dijo que su petición misionera había sido aceptada. Me quedé un poco… atónita porque no sabía nada de su petición (¡ella solía contarme todo!) y entonces comencé una perorata enfatizando la necesidad de la Inspectoría (era la de Vercelli), los gastos que la Inspectoría había asumido para el estudio, y no sé qué más le dije. Y ella en silencio, sonriente, tranquila… […]».

En la carta escrita el 20 de octubre de 1964 a su director espiritual, el Siervo de Dios Mons. Francesco Fasola, la Madre Rosetta afirmaba: “Me alegré, amado Padre, porque dejaste que el ardor misionero de tu corazón se desbordara en el de tu hija. Su hija también pidió tres veces a los Superiores que la enviaran a una misión… Me hubiera gustado ir con los leprosos; Hasta ahora, el Señor no ha tenido a bien escuchar mi petición, pero mi esperanza aún no se ha extinguido. No volveré a preguntar esto expresamente porque la última respuesta negativa, cuando ya estaba en Caltagirone, me cerró la boca; y, por otra parte, me parece que ahora estoy forzando la voluntad del Señor. Pero él sabe que siempre estoy esperando y que me iría de inmediato, a la primera llamada”.

Aunque nunca fue en misión ad gentes, Madre Rosetta tuvo la oportunidad, a lo largo de los años, de vivir en lugares muy diferentes de aquellos en los que nació y se formó: como Directora estuvo en Caltagirone, Sicilia, y en Roma “Jesús Nazareno”; luego fue Inspectora en la Inspectoría Romana y en la Inspectoría Lombarda “María Inmaculada”; como Consejera General Visitadora fue a varias Inspectorías europeas,  en Gabón y Zaire (actual República Democrática del Congo). Como para muchas otras FMA, la petición misionera selló la disponibilidad total de Madre Rosetta. Sin embargo, será con el ofrecimiento de si misma como víctima que esta voluntad alcanzará su punto máximo.

El impulso misionero une a Madre Rosetta con otras FMA ilustres, entre ellas la Beata Maria Troncatti (1883 – 1969). Ella cultivó en su corazón el sueño de ir a misionera entre los leprosos. Enfermera en Niza en 1922, mientras asistía a la joven Marina Luzzi, que había llegado al final de su peregrinación terrena, le susurró al oído: “Marina, dile a la Virgen que me obtenga de Jesús para ir como misionera entre los leprosos”. Y Marina había respondido: “No, sor María. Usted irá como misionera a Ecuador”. Tres días después de la muerte de la joven, Sor María se reunió en un pasillo con la Superiora General, Madre Catherine Daghero, quien anunció su misión en Ecuador, en la selva amazónica, para la evangelización del  pueblo Shuar.

Sor María Troncatti escribía a la Madre Daghero en 1927: “Oh, sí, la palabra ‘Misionera’ despierta en el corazón algo poético, que excita y atrae el alma en las horas de fervientes sueños de apostolado e inmolación; pero en la práctica, como nos hace sentir un sueño imperioso exclamar: “Orad, orad, para que no nos falten las fuerzas”. ¡Son tantas las luchas morales, tantas las dificultades materiales, que la naturaleza a menudo se rebela y el desaliento trata de derrocarnos cuando, después de semanas y meses de trabajo y sacrificios entre estos pobres nativos, no logramos hacerles entender nada, ni siquiera una pequeña idea del Señor y de la vida eterna! Sin embargo, sentimos el efecto de la ayuda espiritual que nos llega de las queridas Hermanas, y de las buenas almas que rezan por nosotras; y el Señor no nos deja faltar los rayos de sol entre las nubes de tormenta que a veces nos rodean”.

En la Circular nº 653 del 24 de mayo de 1982, la Madre Rosetta escribe al Instituto:La Virgen del Magnificat resplandece ante nuestros ojos como la Estrella de la Evangelización. Sin mirar a María, no podemos entrar eficazmente en la acción evangelizadora de la Iglesia; sin penetrar en su Magnificat, no podemos comprender que nuestra misión nace exclusivamente de la acción salvífica del Padre y que la acción por la venida del Reino permanece estéril si no es brota de una  fe testimoniada, anunciada, celebrada con vida.

Contemplando a María, nuestra actividad, cualquiera que sea, no correrá el riesgo de convertirse en activismo; El ímpetu del da mihi animas nos ayudará a realizar el éxtasis de la acción; contemplando a María, llegaremos a hacer en nosotras esa unificación interior tan deseada por el Capítulo General para todas las FMA. Contemplando a María, nuestros días se convertirán en “una liturgia vivida con sencillez y alegría, como alabanza perenne al Padre”.

Sor María Troncatti y Madre Rosetta Marchese eran mujeres con corazón misionero. Nos muestran que ahí donde estamos, podemos dar un “nuevo impulso al primer anuncio de Jesús, a la evangelización” (Actas del capítulo XXIV).

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