Roma (Italia). Santa María Domenica Mazzarello, cuya solemnidad celebra la Familia Salesiana el 13 de mayo, en su misión de Cofundadora del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, ha entregado a sus hijas y a quienes comparten la misión educativa con ellas un precioso legado que puede iluminar los desafíos de hoy. Entre estos, el más urgente y menospreciado sigue siendo la paz. ¿Qué puede decir la Santa de Mornese al respecto?

Leyendo el texto de las Cartas de Santa María Domenica Mazzarello, la palabra paz aparece dos veces.

La primera vez, en un escrito fechado en octubre de 1876 y dirigido al Director General Don Giovanni Cagliero, en el que le agradece la carta recibida y le da noticias de la casa de Mornese. Ella escribe así: “Primero, creo que es mejor decirle que hasta ahora siempre ha habido paz, alegría y buena voluntad de santificarse en todas ellas y doy gracias a Dios por eso. A decir verdad, estoy asombrada y al mismo tiempo confundida al ver a todas estas hijas que siempre están alegres y tranquilas. Se ve que a pesar de mi gran indignidad, nuestra querida Madre María SS. nos da grandes gracias” (L. 7,2).

Con el realismo que la caracteriza, Maria Domenica no da por descontado el clima que reina en la comunidad, sino que lo atribuye a la activa intervención de María Auxiliadora. Si su concreción la lleva a reconocer las dificultades, la fe le permite regocijarse al ver que “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, magnanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gal 5,22) en la comunidad que anima. Sabe bien que esto sucede precisamente por obra de Dios: en la comunidad, como en la familia, diferentes situaciones y caracteres ponen en peligro cada día la paz, la comunión y la alegría, por tanto, nunca pueden considerarse definitivamente realizadas.

Por otra parte, “la buena voluntad de hacerse santas en todo” y las “grandes gracias” que da María Auxiliadora nos permiten superar todos los obstáculos. Mornese y luego Nizza Monferrato no fueron comunidades exentas de problemas y conflictos relacionales, incluso de cierta importancia. La Crónica del Instituto de las FMA recuerda: “A pesar de tanto fervor de oración y de trabajo, no faltan motivos de inquietud en la comunidad, por las condiciones de vida siempre un tanto difíciles”. El descontento cunde y así “Debemos correr a los remedios, y sobre todo implorarlos del cielo. Por eso la madre, habiendo oído del director que Don Bosco, en casos similares, había dispuesto que toda la comunidad rezara un Ave María por la paz en casa, decidió hacer esta importante adición a las oraciones diarias. La Virgen, como verdadera superiora, proveerá. Por su parte, la madre no deja de hablar de la necesidad de ser humilde y sumisa. Lo recuerda sobre todo en la conferencia dominical, a la que es muy puntual, y durante la cual desea que cada una diga libremente lo que cree útil a la casa y a las almas» (Cronohistoria, II 143-144).

Además de la oración y las exhortaciones, es necesario dar espacio a cada una, alentarla a expresarse, invitarla a ser corresponsable en la construcción de la comunidad. Pero también había problemas en otras comunidades. En 1880, a Don Bosco, el Fundador, escribe: “La Vicaria, Sor Cat.[erina] fue de visita a Saint- Cyr, donde parece que había habido una cosita que arreglar, pero una tontería, ¿sabe? Ojalá me la dejen venir pronto porque necesito que me ayude con las hijas y con las escuelas” (L. 48,9). De hecho, Sor Caterina Daghero, elegida Vicaria General en agosto de 1880, había sido la anterior Directora. Cuando otra fue nominada y enviada en su lugar, no fue bien recibida por la pequeña y joven comunidad.

En octubre, la Madre escribe una carta a las hermanas y afirma: “Mirad, a veces nuestra imaginación nos hace ver cosas negras cuando son completamente blancas, estas luego nos enfrían hacia nuestras superioras y poco a poco perdemos la confianza que tenemos en ellas. ¿Y entonces qué sucede? vivimos mal y hacemos vivir mal a la pobre Directora. Con un poco de humildad todo se arregla. Dadme pronto este consuelo, mis queridas hijas, amaos con verdadera caridad, amad a vuestra Directora, consideradla como si fuera Nuestra Señora y tratadla con todo respeto (L 49,2)”.

El secreto de la paz es la humildad con la que reconocer que determinadas situaciones son también fruto de la “imaginación” o proyección, como diría la psicología actual. Sólo un discernimiento valiente y constante permite llegar a la verdad sobre uno mismo y a una visión más objetiva. En cambio, para vivir relaciones más auténticas es necesario un clima sereno y el compromiso valiente de cada una en el camino de conversión.

La palabra paz aparece después en una carta de diciembre de 1878 dirigida a la Directora de la Casa de Montevideo-Villa Colón, Sor Ángela Vallese: ” Estad alegres y no tantos miedos con vuestros defectos que no podéis enmendar todo de golpe, sino poco a poco, con buena voluntad de combatirlos, nunca haciendo paz con ellos cada vez que el Señor os los hace conocer; vosotras haced de vuestra parte para enmendaros, veréis que una u otra vez venceréis todo! Ánimo, pues, mucha confianza en Dios y buen espíritu de desprecio de vosotras mismas, y veréis que todo marcha bien» (L 17,4).

Esta es una de las recomendaciones más frecuentes de la Madre, siempre combinada con una invitación a la alegría basada en la confianza en la Gracia. Es el secreto de comunidades que han dejado una huella indeleble en la vida de tantos jóvenes al convertirse con ellos en “pacificadores”.

1 COMENTARIO

  1. Grazie, fa sempre bene allo spirito ricordare quanto la nostra cara Madre Maria Domenica ci tenesse al bene della comunità. La Madre ha ragione la buona riuscita per una comunità serena e gioiosa è l’umiltà, e conoscenza dei nostri limiti. Ancora grazie.

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