Roma (Italia). El 22 de marzo de 2025 se celebra el Día Mundial del Agua, un evento anual querido por las Naciones Unidas para concienciar a la comunidad internacional sobre la falta de acceso al agua potable para miles de habitantes de la tierra y la urgencia de abordar la crisis mundial del agua.
El tema anual «Salvemos los glaciares» se centra en la urgencia de detener el retroceso visible de estas preciosas reservas de agua, que son esenciales para sostener la vida en la Tierra. A medida que los glaciares de todo el mundo continúan derritiéndose a un ritmo alarmante, las consecuencias para la sociedad y los ecosistemas son cada vez más evidentes. El derretimiento de los glaciares no solo afecta a la biodiversidad, sino que también tiene importantes consecuencias socioeconómicas, especialmente en la agricultura, las actividades industriales, la producción de energía limpia, la seguridad alimentaria y el acceso al agua potable.
Reconociendo la urgencia de este tema, las Naciones Unidas, durante la 36ª Reunión de ONU-Agua en 2022, declararon 2025 como el Año Internacional de la Protección de los Glaciares.
A este anuncio le siguió la proclamación del Día Mundial de los Glaciares que, a partir de 2025, se celebrará el 21 de marzo de cada año, un día antes del Día Mundial del Agua, que se celebra el 22 de marzo. Ambos eventos tienen como objetivo aumentar la conciencia pública mundial sobre el impacto económico, social y ambiental del derretimiento de los glaciares.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) destaca que alrededor del 70% del agua dulce del planeta proviene en forma de hielo o nieve, y que casi dos mil millones de personas dependen del agua de los glaciares, el deshielo y la escorrentía de las montañas para satisfacer sus necesidades diarias.
El informe de la UNESCO The Andean Glacier and Water Atlas: The Impact of Glacier Retreat on Water Resources destaca cómo el aumento de las temperaturas ha afectado significativamente a los glaciares andinos. Con su retirada, la disponibilidad de agua será cada vez más impredecible, lo que aumentará el riesgo para la agricultura y la seguridad alimentaria. Es probable que el estrés hídrico se vea agravado por la expansión de las superficies cultivadas y la creciente demanda de producción de alimentos. En las últimas décadas, la capa de nieve ha disminuido y la línea de nieve perenne continúa desplazándose a altitudes más altas, lo que aumenta el riesgo de inundaciones repentinas en las áreas de los valles.
La pérdida de glaciares en la región andina afectará a más de 75 millones de personas que dependen de los recursos hídricos de montaña. Países como Bolivia, Chile y Perú, que dependen en gran medida del derretimiento de los glaciares para el suministro de agua, enfrentarán los mayores desafíos para adaptarse a estos cambios.
Aunque todas las consecuencias del retroceso de los glaciares siguen siendo inciertas, está claro que afectarán de manera más prominente a las poblaciones más vulnerables, que tienen recursos y redes de seguridad limitados. Por lo tanto, es esencial priorizar la gestión eficaz del agua y las estrategias de sostenibilidad para mitigar los efectos negativos del retroceso de los glaciares.
El Papa Francisco, durante una reunión con la Secretaria General de la OMM, Celeste Saulo, en noviembre de 2024, subrayó la urgente necesidad de una acción colectiva para combatir el cambio climático y mitigar sus efectos. Haciéndose eco de sus propias palabras en la exhortación apostólica Laudate Deum, el Santo Padre expresó su preocupación por la insuficiencia de la respuesta global a la crisis climática, advirtiendo que el mundo podría estar cerca de un punto de inflexión crítico. Celeste Saulo también enfatizó que las instituciones religiosas pueden contribuir a la lucha contra el cambio climático promoviendo la esperanza y la unidad, destacando la importancia de integrar el conocimiento científico con la responsabilidad moral.
Para el IIMA – la Oficina de Derechos Humanos del Instituto Internacional de María Auxiliadora en Ginebra, la conservación del agua no es solo una cuestión ambiental, sino un derecho humano fundamental. Los niños se encuentran entre los más vulnerables a la inseguridad hídrica, ya que el acceso al agua potable es esencial para su salud, educación y bienestar general. Las escuelas, los centros de salud y las comunidades dependen de recursos hídricos estables para funcionar eficazmente. Sin recursos hídricos adecuados, los niños se enfrentan a mayores riesgos de malnutrición, enfermedades e interrupciones escolares.
La gestión sostenible del agua es fundamental para garantizar que las generaciones futuras, especialmente las que viven en regiones dependientes de los glaciares, tengan los recursos que necesitan para vivir al máximo. Invertir en estrategias de conservación y adaptación de los glaciares tendrá un impacto directo en el derecho a la educación de millones de niños. Salvemos los glaciares. Valoremos el agua.