Roma (Italia). El 31 de enero de 2023, en todas las realidades salesianas del mundo, se celebra la Solemnidad de San Juan Bosco, Padre y Maestro de la juventud, que hizo del “Da mihi animas cetera tolle” el programa de su vida y lo dejó a sus hijos y a sus hijas como precioso testamento y patrimonio espiritual.

En la presentación a los “Documentos del Capítulo General 26º de la Sociedad de San Francisco de Sales” Don Pascual Chavez, Rector Mayor emérito, afirma:

“El lema ‘Da mihi animas cetera tolle’ se puede comprender plenamente conociendo la vida y la obra de nuestro amado Padre y Fundador Don Bosco. Se trata en efecto de su proyecto personal de vidaexpresado como plegaria personal. Ello debe ser interpretado a la luz de la dedicación apostólica, de la creatividad pastoral, del trabajo incansable, en una palabra, de la mística apostólica de Don Bosco, pero también de las renuncias afrontadas, de las numerosas dificultades superadas, de los compromisos mantenidos por Don Bosco, por su ascética”.

Y dirigiéndose a los Salesianos participantes en el CG 26º, recibidos en Audiencia el 31 de marzo de 2008, el Papa Benedicto XVI les dijo:

“Don Bosco es fúlgido ejemplo de una vida marcada por la pasión apostólica, vivida al servicio de la Iglesia en la Congregación y la Familia Salesiana. En la escuela de San José Cafasso, vuestro Fundador aprendió a asumir el lema ‘Da mihi animas, cetera tolle’ como síntesis de un modelo de acción pastoral inspirado en la figura y en la espiritualidad de San Francisco de Sales. El horizonte en que se sitúa tal modelo es el del primado absoluto del amor de Dios, un amor que llega a plasmar personalidades ardientes, deseosas de contribuir a la misión de Cristo para encender toda la tierra con el fuego de su amor (cfr Lc 12,49).

Junto al ardor del amor de Dios, la otra característica del modelo salesiano es la conciencia del valor inestimable de las ‘almas’. (…) ‘Salvar las almas’ fue por tanto la única razón de ser de Don Bosco. El Beato Miguel Rua, su primer sucesor, sintetizó así toda la vida de vuestro amado Padre y Fundador: ‘No dio un paso, no pronunció una palabra, no puso mano ninguna a empresa que no se propusiera la salvación de la juventud… Realmente no tenía en el corazón otra cosa que las almas’”.

La Beata Sor Maria Troncatti (febrero 1883 – 25 agosto 1969), Hija de María Auxiliadora misionera de la cual este año se cumple el 140º de su nacimiento, testimonia con su vida la realización de este lema.

En el 1922, en el 50º de la Fundación del Instituto FMA, Madre Caterina Daghero la envía a la Selva amazónica del Ecuador para la evangelización de los Shuar. Primero en Chunqui, después en Macas, sor Maria vive la misión en múltiples actividades: desde la asistencia a los enfermos a la creación de pequeños ambulatorios–farmacias, a los socorros de emergencia, incluso con intervenciones quirúrgicas.

Muestra una valentía y una caridad prontas a todo por la “salvación de las almas”, o sea, para asegurar dignidad y vida plena a los más débiles. Sor Maria gasta toda su vida en la Selva, excepto cuatro años vividos en Guayaquil como Directora del Colegio, en los cuales tiene la mente y el corazón puestos en la misión. En un artículo escrito para la revista “Juventud misionera”, con fecha 15 de noviembre de 1930, explica el compromiso catequístico:

“Durante mucho tiempo los Kivari nos han estado rogando que nos pongamos en mejores relaciones con ellos, yendo a visitarlos en sus kivaris para enseñar el catecismo. (…) Hemos estado yendo durante 15 semanas, una vez por semana, a los kivaris de las dos kivarías más cercanas, a llevar la luz de la verdad eterna entre aquellas tinieblas y a consolar a aquellas pobres almas embrutecidas, dándoles también a sus cuerpos los socorros que podíamos y que eran más urgentes. Y encontramos una correspondencia mucho mayor de la que podíamos esperar. ¡Ellos mismos venían a buscarnos a la residencia para acompañarnos por difíciles senderos, y para ayudarnos a vadear el famoso río Upano, que se hace en parte en una canoa y en parte en los hombros de los propios Kivari, que se sentían gloriosos por el dulce peso!”.

La fuerza de la fe alimentaba y sostenía su ardor misionero, como han afirmado numerosos testimonios en la Positio super virtutibus:

Sor Troncatti cada mañana de las 4 a las 5 se ponía en adoración ante el tabernáculo. Así empezaba la jornada; después, en sábado, participaba en el “rosario de la aurora” con los fieles devotos para encontrarse a la hora establecida en la iglesia junto con la comunidad para la meditación y la Santa Misa. Durante toda la jornada, después, no sólo hacía del trabajo una plegaria incesante, sino que rezaba casi continuamente: dan prueba de ello muchísimos testimonios, por parte de personas de las más diversas categorías, que veían en su actitud la transparencia de una fe serena, convencida, activa. [Afirma el] Señor Marco Beltrame, salesiano laico coadjutor: “Aprovechaba todos los momentos libres para correr a la iglesia. Cuando le reclamaba la atención un problema o una necesidad personal, me decía: ‘Quédate tranquilo. Voy a hablar con Jesús y le expondré tus necesidades…; seguro de que te ayudará’”.

La fe de Sor Maria Troncatti es la misma fe de Don Bosco, la misma que, por medio de ellos, todos los miembros de la Familia Salesiana están llamados a renovar y a testimoniar con un dinamismo asiduo, para la alegría y la salvación de muchos jóvenes.

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